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Javier Solórzano

10/09/2012 - 12:02 am

Pasó lo que tenía que pasar

Si se confirma la separación de López Obrador del PRD estamos ante un hecho inevitable que si no sucedió antes se debió a conveniencias mutuas. Andrés Manuel había pedido licencia hace dos años como militante activo del PRD –figura que por cierto, no existe en los estatutos del partido– lo que lo llevó a una […]

Si se confirma la separación de López Obrador del PRD estamos ante un hecho inevitable que si no sucedió antes se debió a conveniencias mutuas. Andrés Manuel había pedido licencia hace dos años como militante activo del PRD –figura que por cierto, no existe en los estatutos del partido– lo que lo llevó a una lejanía que en el perredismo generó una distancia la cual nunca se solventó.

La construcción del PRD fue una tarea muy compleja por las fuerzas políticas que lo fueron conformando. Fue toda una odisea formar el partido. Estaba el viejo PC, diversas fuerzas de izquierda, organizaciones sociales y universitarias –algunas de ellas derivadas del temblor del 85– y ciudadanos y ciudadanas críticos quienes sin haber militado en ningún partido simpatizaron con la incipiente organización partidaria. Las cuestionables elecciones del 88 le habían dado a la izquierda un lugar imprescindible en la vida del país.

El PRD es un partido de corrientes ideológicas y de movilización que en los últimos años se había confrontado internamente en donde el fantasma de la ruptura aparecía todos los días. En el PRD deberían estar medianamente satisfechos porque todo parece indicar que el rompimiento y la recomposición pueden ser menos bruscos de lo que se pronosticaba.

Sin embargo, el golpe va a requerir de tiempo para ser asimilado por más anunciado que haya estado. Vendrán los tiempos de establecer una nueva imagen y una nueva relación con la sociedad. La salida formal de López Obrador es un hecho importante, trascendente y sin duda histórico.

El PRD y AMLO llegaron al punto de no convenirse. Las críticas entre ellos iban desde el desprecio en voz baja hasta el desdén público. En su campaña, López Obrador no hablaba del PRD, hablaba de MORENA y del Movimiento Progresista. En muchos actos no se aparecía ni por asomo la dirigencia del PRD y cuando lo hacía había que tratar de calmar a las fervorosos militantes de AMLO para que no se llevaran más silbatinas, más gritos y sombrerazos.

El PRD estuvo lejos de la campaña de López Obrador, se la pasó en una dualidad singular: por una parte trataba de meterse, pero por otra no le molestaba el hecho de no estar. Con el nombramiento de Ricardo Monreal como jefe de campaña se profundizaron las diferencias. El zacatecano había dejado el PRD despotricando contra el partido y en particular contra quienes vienen dirigiendo al sol azteca desde hace dos años, los “chuchos”. Aunque digan lo contrario, unos y otros van a perder.

El ingeniero Cárdenas había alertado lo que se venía en función de lo que pasaba desde hace años al interior del partido. En un muy interesante artículo a través de su sitio de Internet, Cárdenas puso en evidencia los problemas del partido producto de las confrontaciones de las tribus y el arribismo en donde ya no importaban los objetivos originales del partido. Con el nuevo escenario, lo que decida y diga el ingeniero será una de la claves para el futuro perredista. Una figura de su naturaleza se puede convertir en el aglutinador de fuerzas políticas y de renovación del partido; no lo vemos a futuro en la causa de López Obrador.

La salida de AMLO era un hecho, lo único que faltaba era saber cuando. La euforia de este  domingo debe ser controlada y matizada. Si bien la asamblea-mitin dejó buenas caras y el orgullo por delante, sería absurdo que no tomen en cuenta lo que va a significar no contar con una organización articulada como el PRD con todo y sus broncas internas.

El sol azteca va a perder a quien le dio imagen y muchos-muchos votos y a una figura histórica en la vida política del país. Sin embargo, ya no había manera de que convivieran y menos que estuvieran en la misma cama. AMLO quiere tener todo el pastel y en el PRD no lo iban a dejar. Todos pierden, pero la gran paradoja de todo esto es que la izquierda con todo y su división tiene una plataforma y personajes que lo hacen ver con posibilidades reales y serias de estar en Los Pinos en 2018. Pasó lo que tenía que pasar.

Javier Solórzano
Es periodista. Conductor de radio y televisión.

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